Negar es más difícil
porque obliga a palpar nuestras carencias,
así lo veo ahora, cerca ya de la nieve
de la cumbre, tras el continuado esfuerzo
por alcanzar la luz que también ha decidido
quedarse en lo más alto junto al azul de la caliza,
así lo veo ahora
cuando regresan los narcisos a las praderas con escarcha,
tanta delicadeza para nada, un color enfermo
acostumbrado a la intemperie,
pero sí, asusta un poco
el hermetismo de la negación que nos induce
a la crueldad con esas manos
que sólo buscan un poco de calor.
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