Se va haciendo de noche,
a un lado queda el hacendoso cúmulo
de cosas sin hacer, al otro flota
como niebla la desidia sobre lo ya olvidado,
toda experiencia puede resumirse
en este absorto cabeceo, la frente que se apoya
en el marco de la puerta sin decidirse a entrar,
-lo mío fue siempre el barro de la duda-,
se pasa frío, sí, pero se evita
pedir favores o dar explicaciones
por algo que ha quedado a medias,
la calma sigue quedando lejos como una paz en armas,
como una zarza que arde por arder,
sin aportar calor, antorcha de una luz menor
aunque suficiente para que los ojos se desvelen
ante la noche inevitable.
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