Volvíamos a casa,
los pensamientos nos seguían
como una nube de mosquitos
que nos robaban la identidad,
el silencio pensado, la palabra ausente,
los movimientos sincopados
en una sucesión de escenas de cine mudo,
si en ese instante se nos preguntara por el nombre
nadie acertaría con el suyo,
cada cual circulando por una calle solitaria,
perdidos en un mundo sin memoria
hemos de volver a bautizar las cosas.
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