Cuando la ceremonia concluyó
volvió el silencio,
nada, ni la respiración rompía
la seda negra con que la noche resguardaba
la maleable inocencia de unos animales
a los que nadie dirigía la mirada
con intención de comprender, los lobos
sólo miran la garganta
y ahogan el clamor de las esquilas
con el crujir de huesos entre sus mandíbulas,
el pánico no suele usar ese color
tan acentuado de la sangre
para dar a entender el patetismo del abandono colectivo,
ven, acógenos, oh muerte,
pero no nos hagas ver y oír el espectáculo
que hasta los profetas evitaron
encerrar en los versículos de un salmo.
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