igual que esa común gente de monte
Me consuela pensar en el sonido de mis pies
sobre la tierra humillada por la nieve,
me hace feliz esa virutilla de oro
que cose el desgarrón de la ignorancia,
no saber del agua siendo rana,
echarse al monte sólo para ver
cómo crecen las setas
entre el perfume oscuro del otoño,
arriesgar con la toxicidad de las umbelas,
e invocar a los brotes de mística y alquimia
subidos a unos árboles sin voz y sometidos
a quimioterapia estacional,
aunque confío que algún día
volverán a ver cómo sus sueños
se deslizan con gracia
sobre rodamientos aceitados,
lo mismo que las hojas en la primavera.
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