La escurrida crónica lo resume así:
corrió delante de la enfermedad
sobre los brillantes adoquines que pulieron
las zapatillas falsas de Hemingway,
latió su corazón frente a los cuernos
de una bestia ofuscada, como brindar de espaldas,
en definitiva, puso
todo de su parte y más, mil euros
en zancadillas al azar, antorchas
a las deidades de la noche, bebió, fumó,
durmió de día y sin sueños, pero nada,
terminó debajo
de un pelotón de mozos, igual que el coronel
que hubo de esperar más de cien años
a que una bala sin nombre se alojara
en su arriscado corazón.
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