miércoles, 9 de noviembre de 2022

El catecismo medieval se valió del románico para acoger bajo sagrado la amenaza de los monstruos, desactivando de esta forma su mal olor, su cruel estupidez y la sospecha de que la peste era su séquito.

 


La lágrima fue a caer sobre un tocón de fresno

que por su color y olor debió sorber la sangre de una víctima

en el lejano tiempo de los sacrificios,

nadie que lea a Homero sale indemne

del tufo de la grasa quemada en los altares a los dioses,

yo bebí tarde en esa fuente,

pero al destino trágico de los mitos griegos

no es fácil escapar, aunque te llegue

con el retraso postal de muchos siglos

de domesticidad en la barbarie,

nadie es responsable de su desnudez,

se llega al frío y se conoce la afilada eficacia de los hielos,

no puedo ahora contradecir lo que pasó

pero los hechos arden sólo cuando la savia

ha abandonado sus arterias y la madera 

está lista para el fuego, ya sea tocón de fresno viejo

o carne adolescente avejentada

por el sangrado de animales 

sobre la mesa familiar de la matanza,

así lo veo ahora, reconfortado por la piedad de la memoria,

mil mariposas sobrevolando con su azul inquieto

la modorra cansina de un mínimo rebaño,

la risa torva del cuchillo invitando a matar, 

a darle curso al vertiginoso sacrificio

y la capa pluvial cubriendo el cielo

de taumaturgia y aquelarre,

voló el cuchillo y encendieron su llama azul las mariposas,

-difícil escapar a los milagros-,

se paró el corazón y resonaron oscuras añoranzas

y un atisbo de perfección helada coronó de nieve

la sangre del cordero, 

y renacieron como en el árbol de Machado

unas ramas verdes, aunque todos las vieron

como un salpicado de amapolas

sobre un campo de trigo.


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