También yo escribo versos curvos
decididamente corrosivos,
pero el acero los rechaza con su coraza inoxidable,
brilla en ellos un sol de plomo y los sobrevuela
un zumbido de mosca
en las horas de siesta bajo el porche,
en ellos nunca cito a autoridades,
sólo a algún amigo que comparte modo
y se conmueve con mis terrores de salón,
con el dedo mojado en sangre de tinaja
escribo en los muros grises de la periferia
y por la noche, cuando los perros hablan,
mis escritos se liberan y recorren
las avenidas solitarias con un sonido de hojas muertas
que nadie escuchará, porque los dioses duermen a esas horas.
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