domingo, 27 de noviembre de 2022

Eta

 

     y no es difícil ver en los larguísimos crepúsculos del verano un cielo encandilado con el dolor de las hogueras y el grito amordazado de los herejes y relapsos cubriendo con un analgésico sudario las carnes vivas de estos pueblos a los que la fortuna abandonó y la memoria de hoy apenas colabora en su rescate


Tratando de aflorar inquisiciones

subí a los altozanos-tribunales

de la meseta de Castilla,

alto palomar y aún más alta

la paloma furtiva que zurea

desde su torpe idioma un silogismo

con premisas iguales: toda llama

que ignora combustible acaba en humo,

ese patíbulo negruzco del horror 

convertido en picota a la que el tiempo

dejó sin contenido,

empeño inútil invocar el alma

a golpe de astrolabio y teodolito,

cuando ella es la primera en evadirse 

-igual que el humo o las palomas,- 

entre las garras de la teología

reivindicadora del infierno.


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