Han llegado los dos hasta el lindero
y tácitamente se soslaya
la pronunciación de la palabra playa,
no hay conchas por aquí, la arena negra
se pega a los tobillos y las nubes
deshacen el gastado paradigma
de playa y sol, también lo corrobora
un firmamento agreste nada dado
a componendas de estación, es este
un refugio de interior, desde arriba
llega bravo un arroyo corrigiendo las isobaras amistosas,
aquí nada coincide con el mar, salvo las dimensiones,
tampoco hay olas, ni sal,
ni atardeceres infinitos con desparrame de oro,
está el silencio posado como un águila
en los puntales secos de los robles,
la voz de uno de ellos recobra la verticalidad
y pronuncia su queja:
debiera ser el pensamiento el que creara la ilusión,
las cosas le seguirían como perros
a la espera del mínimo alimento para crecer,
pero no ocurre nunca,
por eso no hay verano aquí.
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