No estuvo bien
consentir que todo el peso de un siglo en construcción
descansase sobre un solo pilar,
los hombros asustados del arúspice
al que el fracaso señaló como un buen nido
donde incubar los huevos negros de la melancolía,
ni es bueno ahora limitarse a oír la radio,
recorrer las huellas
que marcan los anuncios, coser botones
en los faldones de la brisa
o auspiciar un futuro a través del televisor,
se podría aceptar mirar los ojos
del que mira sin lágrimas pero con dolor
la fiesta de la vanidad y hacerle
un gesto cómplice a quien se aleja
como Casandra del malestar clarividente
y estaría muy bien prestar más atención
al que nació profeta
y murió como tal en el exilio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario