Valoro en su medida
la apariencia de estatua de quien lee
sin traslucir las emociones,
su piel no se incomoda
cuando la avispa de colores agresivos
hace pausa sobre ella,
todo peligro ha sido conjurado
aunque el zumbido se prolongue
sobre la sensación acristalada
frente a la insidia del veneno,
es entonces cuando las historias de humo
suben hasta los ojos
provocando ese fértil lagrimeo
que hace de lupa entre las páginas.
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