Edipo observa la cola de la esfinge,
estudia su nerviosismo cuando el templo
de su hermetismo se relaja,
se pregunta a sí mismo con qué luz hará cortina
para que los ojos del suplicante yerren,
ella le mira imperturbable, como si mirase un velo transparente,
pero ese movimiento irregular de péndulo
con arritmia de su cola pone el tiempo en su contra,
-la esfinge sufre con los protocolos de la espera-,
edipo capta ese temor y suelta
el enjambre de avispas de la solución,
la voz del coro se despeña silenciosa.
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