Ella sabe distinguir entre lumbre y oficio,
cada día pone aceite en el candil, atenta al aire
perfumado que llega con las primeras horas,
después sube la persiana como si abriera
la puerta inversa de la jaula a los pájaros
propagadores de noticias, nada como ese olor
a pluma y a frontera que viene acompañando
al escozor tan placentero de la curiosidad.
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