Por más que uno se empeñe
en ver plasmada en cuatro cosas
la perfección altiva del diseño
no es fácil liberarse del cansancio
de la repetición, una y mil veces
contemplarás esa pereza y su equilibrio
terminará aburriéndote,
es como mirar las flores,
-nunca dos iguales-, insobornables
a un canon de belleza que las haga
reconocibles o al menos penetrables
al berbiquí de la metáfora.
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