En la terrible nada del invierno
se destaca el temblor de las ramas desnudas,
el árbol sueña con los espacios libres
que los alambres delimitan en parcelas
como un campo de concentración del aire,
no se piensa en la muerte
ni en el renacimiento prometido
con la llegada de la primavera,
no se piensa en nada, nos limitamos a mirar
sin darnos cuenta de que un terror incoloro
está gritando la contaminación de su silencio
a quien no está o no ve o no puede escucharlo,
en la escarcha permanecen las señales
de la vida anterior, lo que ocultaba
con sus dorados el otoño.
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