Cualquier poema sigue paso a paso los recodos de un laberinto,
cuando un verso llega fatigado a la pared
ausculta y deja que los latidos hablen,
si no se abre la puerta decide regresar por donde vino
y recobrar el aire en otra dirección,
cualquier paso de más es alegría
que madurará a destiempo, sin cuajar en semilla,
pero si, de repente, algo florece
y manifiesta su luz interna, concentramos
la voluntad en el zij zaj del recorrido
para acabar huyendo hacia adelante
como en las guerras del pasado,
tal vez la muerte nos esté esperando.
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