Ya sólo me consuelo
con los altibajos naturales,
la calma o el estallido de la tempestad,
el ulular del viento o el sol atravesando los cristales
como un milagro bíblico,
antes me ocupaba de la maldad humana,
de los cambios inesperados del humor
o de la rabia que provoca la impotencia,
prefiero la picadura de una avispa
a los buenos días del vecino
cuando te llegan enrejados
entre carámbanos de hielo,
dejo pasar las horas
como la gran apuesta por la continuidad.
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