Toma la pluma
e intenta capturar el claroscuro de la adivinanza,
dónde se esconde el símbolo y qué lo hace
parecerse a lo que representa,
por ejemplo esa nube que pasa y deja sombra,
o el sol que viene e ilumina los espacios menores,
el calor dilata la quietud y hace temblar el horizonte
como inflamado de presencias que buscan otra dimensión,
llega el río arrastrando una hoja de cerezo
que el otoño tiñó de fuego
y arde la sangre en los escaparates que el hielo ha fabricado,
traducir esa magia al idioma estable de los signos,
pero no como experiencia fósil sino como latido.
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