sábado, 10 de febrero de 2024

Hay un agujero en la madera seca, delicadamente redondeado, fruto de la percusión artesanal de una lengua de pájaro, el carpintero de cabeza púrpura y plumaje oscuro, se posa con furor, apoya en diagonal la cola y en sus garras hay verdadera decisión, esculpe un ataúd para que la vida continúe y al menor peligro lanza su grito como el izado reidor de una cadena de ancla, pero el barco no se va

 




Ahora ya sólo me asomo a la ventana,

han lavado el cristal, entonces no llovía,

se posaban las palomas en el alféizar

y escribían blasfemias e impudicias, 

ahora no, ahora llueve y el temporal arrastra 

unas nubes de trapo, queda la alta torre, 

esa babel particular que me impide conversar con los pinos, 

suena bien el aire aquí pero hace frío, 

las mantas no lo tapan todo, dejan los pies al aire

como en los días de hospital,

ahora sólo miro, hay migas en la mesa, 

el pan duro del tiempo que se va secando,

podría conocer el veredicto sin leer pero me pregunto

cómo será ese día, el que alguien borró del calendario,

sin mí, sin la ventana, con las mantas 

puestas al sol a ventilar, con la terraza atestada de palomas,

tan llena de excrementos que me harán cagarme 

figuradamente en su linaje.



Zona B:

ISRAELÍES, no pongáis en manos del zagal que pastorea la honda del agravio, no repitáis en contra vuestra la leyenda del gigante abatido por una sola piedra.


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