miércoles, 14 de febrero de 2024

Quizá los ciervos y los zorros se sorprenderían si le vieran merodeando la fuente sin beber, sin acercarse a comprobar huellas y marcas de olor o vedijas de pelo en las horquillas del brezal; pero él ni quiere hacerse el invisible ni busca el contraluz del viento, sólo rememorar la sensación de dolor físico cuando la inmovilidad de las esperas se convierte en granito y no hace falta ni buscar refugio contra el sol

 




El viejo cazador señala en el cuaderno

la perdiz esbozada con tizón menudo,

sus dedos acarician con artrítica torpeza el ejercicio

de campo que en su día debió finalizar 

pero por algún motivo dejó a medias,

su mirada parece querer parar el tiempo

no para cazar de nuevo 

sino para rogarle a la perdiz una última pose, 

(le intriga la quietud de sus ojos de esfinge, 

la literalidad tan despeinada de su vuelo, 

y el no conocer nunca hacia dónde le impulsará la brisa, 

-y quisiera saberlo-,)

él sólo reconoce que olvidó completar algún detalle

cuando precipitadamente hubo de dejar papel y carboncillo

para apuntar con la escopeta al vuelo sorpresivo

que le entraba a contraluz por el oeste.



Zona B:

Hoy va de cacería y no estará de más que señalemos a quienes proporcionan armas y munición al cazador del animal humano -(¡hay que ver!)- y miran sin mirar hacia otro lado, silbando como niños, para espantar el miedo.


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