Él estuvo allí,
algunos le recuerdan flotando sobre el agua
lo mismo que un nenúfar,
muy rara vez un remolino de fiebre y sobresalto
le hacía desaparecer, se hundía entre los limos
o se alzaba en forma de vapor y se perdía entre las nubes,
por las mañanas adoptaba esa quietud aérea del granito
para servir de pedestal al canto de los pájaros,
con los arrendajos recordaba
el chirrido de la madera del telar,
cuando su madre entrecruzaba el lino de su sufrimiento
con la urdimbre gris del porvenir nublado,
pero con los años la charca se secó
y todo volvió al silencio del principio.
Zona B:
Produce cierta indignación que las epopeyas sólo ofrezcan reposo al desterrado tras un periplo agotador por las afueras de lo que se llama espacio humanizable. A los palestinos sólo les queda el mar o el aire o refugiarse en la caverna de Platón, tan alejada de ellos.
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