El pensamiento vuela,
pero siempre regresa a los espacios donde no encontró felicidad,
el agua estaba fría, no había flores
y el aspecto invernal del aire dotaba de ojos al paisaje,
la mente no, la mente es ciega y se corrige
a si misma por contacto con las líneas calientes,
nosotros compartíamos temores, -un solo temor-,
y soportábamos el clasicismo de las clases con mansedumbre de cariátide,
ah, la tela hasta los pies, negando los íntimos grilletes
que lograban frenar las algaradas del lenguaje vulgar,
como vestales travestidas de rigor mirábamos la ofrenda
y evitábamos hacer los comentarios que la liturgia aconsejaba,
atrás quedaba el verbo sum, la marca a fuego de la res,
nuestras casas habían sido pasto de un incendio
que no daba calor, éramos así, tú eras trasparencia,
yo me esforzaba en interpretar el vaho
que exhalaban las cosas en la frialdad de la mañana.
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