jueves, 1 de febrero de 2024

Le había atropellado un coche y aullaba de dolor, sus patas traseras se arrastraban, él era un verso irregular en la métrica de Ovidio, sus tristes, pónticas, sus odas largas implorando perdón, pero a él quién iba a perdonarle si cruzó la calle sin mirar o mirando aviesamente hacia otro lado, qué código civil ha profanado usándolo de alfombra roja en su exclusivo festival

 





El pensamiento vuela,

pero siempre regresa a los espacios donde no encontró felicidad

el agua estaba fría, no había flores

y el aspecto invernal del aire dotaba de ojos al paisaje, 

la mente no, la mente es ciega y se corrige

a si misma por contacto con las líneas calientes,

nosotros compartíamos temores, -un solo temor-,

y soportábamos el clasicismo de las clases con mansedumbre de cariátide, 

ah, la tela hasta los pies, negando los íntimos grilletes 

que lograban frenar las algaradas del lenguaje vulgar, 

como vestales travestidas de rigor mirábamos la ofrenda

y evitábamos hacer los comentarios que la liturgia aconsejaba,

atrás quedaba el verbo sum, la marca a fuego de la res,

nuestras casas habían sido pasto de un incendio

que no daba calor, éramos así, tú eras trasparencia,

yo me esforzaba en interpretar el vaho

que exhalaban las cosas en la frialdad de la mañana.

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