Escribí un largo poema sobre el dolor,
esto nunca se acaba, decía hacia el final,
en todo caso los latidos siguen acunando
el vaivén de las olas, como la oscura fiebre
que impulsa un ciclo de motor autónomo,
escribí un poema breve sobre el amor,
decía casi lo mismo que el primero,
aunque aceptaba el final como descanso,
el coro griego, Anacreonte o Safo con su pasión agrícola
que hace morir a la semilla para que la vida siga,
tienen la culpa del pertinaz desasosiego
que hormiguea debajo de la piel
y nos hace escribir esos poemas.
Zona B:
Qué lejos queda aquel romanticismo de cartón que presentaba Éxodo con el color hollywoodiense de las epopeyas, si lo comparamos con este decorado de horror y sangre que tiene la realidad. En medio quedan años de rapiña y prepotencia de un estado artificial que despojó de sus derechos al original. Y sin embargo la memoria de ambos parte de un origen compartido.
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