Buscando hallar el modo
de sacarle más brillo al aluminio de la cafetera
mezclé el bicarbonato con un furor de sal
o con el alma sin domesticar de algún metal desconocido,
no llegó a explotar pero produjo
una humareda de burbujas de equivalencia tóxica
que me hizo vomitar mientras cantaba
la virginal equidistancia de la tabla periódica,
hube de darle la razón a Walt Whitman,
no por la verdad de sus afirmaciones,
-lo suyo es la mentira universal con plumas de ángel-
sino por prestarse a ser el mascarón de proa
de una embarcación empecinada en soportar tormentas
o en su ausencia en provocarlas,
él producía un salitre interno que le protegía contra el óxido,
brillaba no como aluminio sino como el titanio
del Guggenheim Bilbao e incluso
sus emanaciones de sudor olían a café salvaje,
ese rocío de las madrugadas gélidas de Arabia.
Zona B:
Al parecer a Netanyahu no le gusta ser segundo. Si Hitler mató a seis millones de judíos él busca la manera de universalizar la guerra para superan con gloria ese guarismo. Tras Gaza, Líbano, después le toca a Siria o a Irán, y para redondear al mundo entero. NO IRRITAR A LAS AVISPAS
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