La luz llega al museo
embrionada de insectos, choca
con el cristal con un sonido de nevisca fatigada
y nos descubre una ciudad en miniatura, los anuncios
de senda luminosa contundentes como machetes de neón,
la soledades de arrabal acribilladas por mil ventanas amarillas,
sonidos de ambulancia dejando un rastro azul en la pared
y perros, muchos perros con su mirada de luciérnaga
asomando a los barrotes de algún furgón municipal,
fijaos sobre todo en las figuras que reducen
al mínimo común el arquetipo humano:
ojos, nariz y boca en una bola gris, tres incisiones indoloras
que ni sangran ni dejan traslucir las diferencias
que nos hacen distintos de los animales.
Zona B:
Será necesario recurrir a Orwell o Huxley para acuñar un nuevo término que nos permita hablar de Palestina sin incurrir en el delito de usar palabras prohibidas por el todopoderoso Gran Hermano. O inventar un nuevo tiempo verbal que resuma el pasado y el futuro de un pueblo milenario al potencial de la ceniza.