He asistido años atrás
al cosquilleo malva de la buganvilla sobre la áspera pared,
primero fue un zarcillo ciego que buscaba el sol
y confundía el granulado tibio del pavimento de losetas
con el acné de la pared, seguía a las hormigas
que al parecer también buscaban
una tentación erguida para dejarse seducir por el olimpo
usando la sagrada lentitud de cola de leopardo,
no muy lejos el ojo vertical de la salamanquesa
miraba con fijeza de caimán la laguna del cubo
o el océano azul de la piscina donde se ahogaban los mosquitos,
ahora vuelvo a mirar la simetría
hundida en la maraña de una vejez desaliñada,
evito el término jardín, manera cursi de pronunciar la jungla,
el agua oscura de la pasividad o algún nenúfar
convertido en inmensa rana toro dispuesta a devorar
cualquier forma de vida que quiera prosperar en sus dominios.
Zona B:
¿Puede verse como una mala paz esta ausencia de guerra, o sólo pausa involuntaria atormentada por un hervor de gusanos en el corazón del exterminador? Aunque también pudiera ser miedo a la amenaza de una justicia que poco a poco se le acerca.
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