En las tardes de agosto
bajaba el pueblo entero hasta la playa,
la señal era un aire que llegaba del este, miel atenta
que los robles enfermos supuraban
para resistir a la resina del pino forastero,
del serrín fermentado que se apilaba junto a la carpintería
salía aquel aroma turbador que nos ponía
al habla con los dioses, todo en los minutos indecisos
entre el fulgor último del sol y el rayo verde,
los arcos costillares de las ruinas del monasterio cisterciense
ofrecían albergue al tiempo huérfano
dándole la cena y un lugar donde dormir,
con ese protocolo inmemorial se aseguraba
una eternidad condescendiente sobre la ruina conventual,
y en plena noche se mezclaba el ruido de las olas
con el run run de las canciones que entonábamos todos
para que llegaran nuestros sueños al reticente oído de la divinidad,
mientras exorcizábamos la muerte que llegaba
flotando entre los restos del naufragio.
Zona B:
Hacer grande a Israel, hacer crecer a América. Se creen el fermento que hace subir la masa hasta convertirla en pan y no son más que el resultado de la hinchazón de unos egos cancerosos que amenazan a toda la humanidad. ¡¡¡CERREMOS LA MURALLA!!!
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