Volar así
como los cuervos en la nieve,
fulgor puro de antracita
sobre el candor de la mañana de invierno ciego,
dentro, en la habitación, late la fiebre,
sueña con la orfandad del otro lado,
alguien con voz de madre te reclama,
duele el minúsculo espacio entre el acá y allá,
pero hay un vaso de agua sobre el dolor de la mesilla,
si pudiera llegar a él, si esta mano quisiera
trasmitirle al brazo voluntad, no una orden taxativa,
un simple ruego, por favor que llueva,
que hasta aquí llegue el chaparrón de luz dorada
con que las tardes del verano
hunden sus manos en el mar.
Zona B:
También yo vivo esa impaciencia, que no es lo mismo que esperanza.
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