En aquellos años de calma y regocijo
mi fe se sustentaba sobre algo vegetal, descolorido y tan cambiante
que nunca pude concretarlo,
y de la franja turbia de coloración estacional conservo
algunas flores y frutos disecados,
los guardaba con piedad inclemente entre las hojas
de alguna enciclopedia,
obligándolas a mantener a toda costa su aroma original
en lucha con el olor a tinta y a papel,
ahora ya conozco
a quien rinden tributo los gamones,
habitan como corona en los cabellos oscuros de Perséfone
y su nombre civilizado no es gamón sino asphodelus albus,
la belleza inútil de las praderas pobres.
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