Suena lejos una música doméstica
que quiere hacer los coros a las flores
recién aparecidas del almendro,
los otros árboles escuchan con el rictus
celoso de la infancia destetada a destiempo,
las paredes de la casa crujen al recibir el sol
pero el parloteo de los gorriones no nos deja
escuchar en su complejidad la perfección del día,
el aire trae aromas de vermú y en la terraza duerme
con solemnidad más propia del verano
el gran mastín que ha padecido
su noche melancólica y tiene todavía
los párpados llorosos.
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