miércoles, 22 de febrero de 2023

Ni siquiera el frío de febrero es capaz de anular el radar de abanico que los mastines proyectan con su aullido para detectar la congelada presencia del verano

 



Suena lejos una música doméstica

que quiere hacer los coros a las flores

recién aparecidas del almendro,

los otros árboles escuchan con el rictus

celoso de la infancia destetada a destiempo,

las paredes de la casa crujen al recibir el sol

pero el parloteo de los gorriones no nos deja

escuchar en su complejidad la perfección del día,

el aire trae aromas de vermú y en la terraza duerme

con solemnidad más propia del verano

el gran mastín que ha padecido

su noche melancólica y tiene todavía

los párpados llorosos.


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