Ahora con el frío
las horas tienden a aquietarse,
late un tic tac itinerante
que va de sombra a luz, de luz a sombra,
haciendo táctil la blancura interna de la noche,
quedan en el aire como trasparencias
algunos versos evaporados de sí mismos,
cada renglón ocupa el tamaño medio de una flauta escolar,
nada rima con ella, no se atreve
a convocar los dedos de la luz sobre la ristra de agujeros
que guardan dentro los secretos de una oscuridad
firmemente sonora, aunque obligada a mantener
la gélida apariencia de naturaleza embalsamada.
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