Será esa cuesta súbita, erosionada y sin verdor apenas
la que me acelera el pulso,
quiero que mis ojos hagan justicia
no el halago a una postal que nada tiene que ver
con el paisaje bucólico de Arcadia,
-los días siguen siendo grises más que azules-,
subo la cuesta y desde arriba
cuento con satisfacción esos latidos de más
que le ha robado mi corazón a la pereza
y me doy cuenta de que algo con dolor llega zumbando
igual que un abejorro en busca del oculto polen
de una flor agostada,
al final tengo que reconocer
que hay algo de belleza
en todo lo que se cuela sin pasión
por el balcón de la mirada.
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