Los labios entreabiertos
para sacarle más provecho a la apretada letra
de aquel libro de versos en bilingüe,
cosas en inglés de antologías que luego pronunciaba
a mi manera
con un regusto a miel albina, no la de abejas
sino la de abejorro que al traducirlo como bamboleo
me hacía imaginarlo dando vueltas
en torno a un verso largo que yo era incapaz de solventar
sometiéndolo al canon alicorto de mi tratado de retórica,
intentaba guardar en la memoria
algún brillo casual de los que flotan
en el borde gastado de los bronces o en el marfil
de las estatuas,
luego
me quedaba apoyado en la ventana
frente a los álamos del parque y parecía
que se balanceaban con el ritmo lento del idioma
asomado a las páginas impares,
-como imitando al abejorro-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario