Este es mi recuerdo recurrente,
el pastor haciendo ver a las ovejas
cuál era el lugar exacto donde el vado
llegaba sólo a la rodilla
y podía cruzarse sin necesidad de flotación,
los ojos del rebaño desbordados de pánico,
los cencerros con el sonido coagulado
ante el asombro de los sauces de sombra temblorosa
y el fulgor de las truchas trazando diagonales
que ni el mismo maestro en el encerado de la escuela
era capaz de mejorar.
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