Rasca en la cal del muro, debajo
hay una vida seca, emparedada como una enfermedad
a la espera del tímido milagro de la medicina,
convócala con la convicción del bisturí, levanta
sus párpados caídos, que contemplen de nuevo el crepitar del fuego,
a esa edad antigua que dormita
junto al renacimiento, que habla
de manera distinta tras el velo de la turbación
préstale tu voz, que se ilumine con el amor de las antorchas
y que las luces led del nuevo espíritu paráclito
crezcan desde dentro en sus pupilas de peregrino mendicante.
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