Guarda el botijo
en la hornacina de la cal, observa
el reposo del agua, cómo duermen
los brillos del color vitrificado, a tantos grados
el peróxido, la mufla sabe, tú, mano sobre mano
como una torre de laboriosidad intacta,
sin herramientas, sólo carne desnuda
sin más decoración que esos dedales para defenderse
del barro pegajoso, los dedos ya conocen
el oficio alfarero y exprimirán con mimo
el alma dúctil de la masa hasta consumar procedimiento,
sin rupturas, con el rulo sin fin ganando altura
hasta alcanzar la forma de vasija.
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