Convertirse en ardilla,
llegar hasta la copa de los árboles
como se llega a la vejez, el alma atrás
como un paracaídas, una cola de atrezo semejante al plumón,
los árboles conservan el adorno floral del paraíso,
no la sabiduría ni el sabor a carne de la prohibición,
aún dejan columpiarse y se suceden como las estaciones,
siempre a largo plazo y agrupados en bosquecillos parroquiales
como buscando protección
contra la voracidad sin ley del sotobosque,
lo mismo que al principio, ardilla y árbol
unidos en el aire pedestre de las ramas.
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