Viene de esa quietud orfebre
que trabajan las horas mientras miran
cómo avanza la luz en las baldosas verdes,
se mueve el suelo, explican, aunque en el fondo
todos parecen aceptar que es el sol el que se mueve,
viene de esa pereza de los ojos
la aceptación de la igualdad, aunque nada sea igual,
cada baldosa es imitación no plagio,
un color indistinto que recuerda el césped bien cortado,
la singularidad de algún defecto las hace individuales,
las dos, las tres, las cuatro,
los mismo que las horas, lo mismo que los pájaros,
lo mismo que las cosas repetidas
que cada día nos sorprenden.
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