lunes, 28 de agosto de 2023

Bajaron lobos grises, eran treinta ojos de furor buscando algo con lo que aplacar el hambre, no hicieron coro ni lanzaron al aire sus proclamas pues pretendían convivir en paz con enemigos no declarados, su olor cortaba el habla y encanecía el pelo de la gente; tras la novena a santa Nonia aparecieron tres crucificados con cigarrillos de cartón entre los dientes

 




Estableció su casa en el invierno,

dejó un dolor creciendo en el costado sur

en una gran maceta resguardada del frío,

por las mañanas se acercaba al bar

contando las brillantes lascas de la plaza,

doscientos pasos como huellas del fugaz verano

y humo de chimenea para diseminar los pensamientos

que la soledad hacía crecer,

buscaba el sol y con él alcanzaba la dovela central

                                                                del mediodía,


una pestaña entre las páginas del libro que está leyendo,

con él duerme la siesta y se somete a la terapia 

                                                         de la trasparencia,

lo líquido, lo informe, tan cercano a la médula

como el temor al crecimiento de lo que cultiva en la maceta.

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