Es tiempo blanco,
de diluvio lavado ya de ruidos y leyendas,
ellos se miran, han desayunado sopas de ajo,
enlutada la frente por ausencias que acuden a la mesa,
ya no necesitan conversar, saludan
con un gesto a los pájaros y les echan
las miguitas de pan de la indigencia,
enfrente la cenefa verde de los robles con su fru fru apagado,
el águila subida al alambique de las térmicas
y la bufanda humedecida de la niebla
arropando esa mala salud de las praderas
con siete vacas flacas que devoran
la sombra de las siete vacas gordas.
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