Se ve la luna casi llena
que se asoma a mirar cómo prospera la casa en construcción,
un crecimiento vegetal, sin estaciones,
donde la viga alcanza altura de techumbre sin coronar aún,
las ventanas se abren a la luz del sur
igual que las mañanas de amanecer nublado
y las varillas de acero crudo se conjuran con el cemento laborioso
para fraguar un corazón de pulso lento,
más tarde, cuando la obra concluya,
una bandera de nacionalidad indefinida
pondrá color al aire y las palomas la mancharán de gris
para que nadie vea en ella un signo de engañosa eternidad.
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