El gran asombro viene de la niñez,
la ignorancia se interna en un jardín anochecido,
un pozo con la luz entubada como fiera
que la hondura intentará amansar,
a él se asoma el cielo con su azogue temblón,
y acabará transformándose en moneda
sobre el ojo de la curiosidad difunta
para cumplir con el peaje hacia la sabiduría,
suplantando a los dioses y proponiendo un mundo diferente
donde lo único salvable sea el asombro.
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