lunes, 29 de enero de 2024

A partir de entonces mi suerte decayó, pasé a emplearme como acosador de impagos de alquiler, anduve en la labor de vigilancia para un cartel del narco, llegué a uniformarme como funcionario de prisiones y otros cometidos más oscuros; hasta tal punto mi alma se abandonó a la indiferencia que no fui capaz de distinguir cuando sonaron aquellas explosiones, podrían ser petardos pero yo descargué mi munición sobre aquel cuerpo emplumado que al parecer era una arcángel que ensayaba el carnaval

 




Vi a dios cogiendo flores en el prado,

el triángulo de luz sobre su nuca,

el pelo blanco y el ropaje gris,

el gesto contrariado de quien soñó con algo

y quiso realizarlo pero no acertó, 

su mano saludaba con desgana a los caminantes,

oí que las campanas tocaban a oración 

y él no se paró a rezar, -qué raro-,

vi cómo miraba a una paloma huyendo del acoso de un halcón,

unas gotas de sangre dibujaron una greca roja

en los remates de su túnica,

al regresar al pueblo vi el mercadillo de disfraces,

el vendedor examinaba unas monedas 

que al parecer pesaban demasiado

para ser oro de ley.

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