martes, 30 de enero de 2024

Algo se quema en la sartén de Brueghel, de los ojos de uno de los ciegos sale una bandada de pájaros armónicos aunque no visibles, suena todo a bastón sincronizado, pero qué dirán, nada sabemos de sus voces, ellos ignoran su parábola, si en esa fila hay alguien más que no aparece, si tocarán algún extremo que les dé seguridad, si habrá futuro o han posado simplemente para que se rían de ellos

 




Nací con esa

debilidad divina de la ceguera,

y camino por el borde doméstico de lo conocido

respiro el aire recortado a tijera por un niño arúspice, 

aire bronco por fuera aunque de azucarado corazón,

reconozco por el sonido las monedas

que me dan a la puerta del mercado para desayunar,

la voz urgente de alguien que no desprende estela,

los ácimos saludos, la distancia

que salvaguarda del contagio, los hexámetros

rimados por el rap incómodo de un homero

vestido de amarillo, la voz, el trueno, los mensajes

de una radio promocional, traduzco con las yemas 

el vacío encriptado del más allá

y me deben mirar como a un leproso.


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