domingo, 7 de enero de 2024

También a los que alcanzan sin pesar este domingo aciago de la desilusión, entrando en la quietud del interruptus y comprobando una vez más el peso sin matiz de las sentencias de los clásicos, también a estos, a nosotros, nos atañe la bendita maldición de la mujer de Lot, que obtuvo el don supremo de convertirse en cosa antes de resignarse a penar toda su vida por no atreverse a esparcir la compasión de su mirada sobre las víctimas de un infierno caprichoso

 




Puedes mirar y ver

aunque nada comprendas,

las cosas estaban ya

antes de que acudieras a mirarlas

y ninguna interpretación logró apartarlas

de su apatía silenciosa,

ellas siempre van de frente al no objetivo,

no preguntan qué son, para qué están, de dónde vienen,

prescinden del retrovisor de la conciencia y se conforman

con existir sobreponiéndose a la veleidad del tiempo,

nada saben de dolor, ni sufren los arrebatos de alegría

que acompañan a cada nuevo amanecer,

para ellas la felicidad es sólo el brillo

superficial que las disfraza de compañeras impasibles.

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