jueves, 18 de enero de 2024

Una comparación muy simple la del palomar, peor aún la del gallinero; también a las ideas les podría incomodar ser posible objeto de una residual taxonomía que las redujera al círculo mostrenco de los que tienen alas como adorno y únicamente las emplean para salir corriendo cuando algo con misterio les asusta

 



Siguen ahí, 

los libros tienen alas pero sólo vuelan

cuando alguna mano les descorre el cortinaje de la niebla,

sus dioptrías les impiden bajar a los detalles, altos ellos

en las estanterías donde los colocó el recuerdo,

a veces dejan traslucir alguna historia como el dolor 

que acaba rezumando entre el espesor del musgo,

duele su soledad, 

mirar ese decoro de ángeles barrocos 

con el rictus torcido de quien sólo entona 

el antifonario del silencio, 

a la sombra de un cordero místico que ni pace ni bala,

eternamente confinados 

en el perfume oscuro de la biblioteca.

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