sábado, 6 de enero de 2024

Aquella noche redujo en parte mi creencia, aunque me impuse el deber de seguir confiando en algo cuestionable; lo que asomaba por el techo del armario era algo envuelto en un papel hermoso, no habitual en nuestro horizonte de variados tonos grises entre los que no cabía la insolencia de colorines forasteros; a pesar de todo reprimí las ganas de subirme en una silla y alcanzar aquel objeto que amenazaba la estabilidad de una enorme torre de babel que habría de confundir mis balbuceos de escolar

 

                                    esta noche en que miramos lo invisible




He estado aquí otras veces,

recuerdo el brillo satinado de las teselas de cerámica,

letras y números de un juego infantil,

hagiografía de un tiempo sin ventanas,

hoy regreso, me acompaña algo claro,

vuelvo a ordenar el puzzle hasta llegar a un nombre,

me falta esa vocal pacífica que nunca se incomoda

cuando se la sustituye por un papel escrito,

el tiempo nos ayuda a señalar la fecha

aunque al faltar también algunos números

puede parecernos de otra edad,

me pregunto: qué más nos hace falta 

para replicar estos caminos paralelos,

yo sé un secreto, dice ella, por detrás tienen imán,

de noche vuelan por el techo, ellas ya me conocen 

y me cuentan historias antes de dormir,

conoces tú la de los renos?,

no, pero ella me la cuenta a golpes de imaginación

y al hacerlo esparce la luz de sus pupilas

por las paredes de la alcoba.


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