Sobrevives en una gran ciudad,
tan grande que en ella cabe toda tu pobreza,
a veces bajas a la calle
buscando el sol, el aire, algún motivo
para que tu fe perdure y te sumas con humildad de arroyo
al torrente vecinal, en las aceras se evapora
tu identidad y se diluyen tus confines, eres un sonido más
en el chirrido metropolitano, caminas
igual que esas palomas de plumaje gris manchado
de mansedumbre mendicante hacia la gran cloaca
donde se mezclan sin remedio
las aguas residuales, el agua virgen del arroyo
y el agua remansada de tu perplejidad.
Ahí se ahoga nuestro mundo.
Zona B:
Poco a poco el desafío consentido se va consolidando y se endurece cada día más, de forma que cuando quieres reducirlo a la legalidad es ya demasiado tarde y sólo te queda el recurso de la fuerza y esa siempre acaba mal. Piense en ello el mundo "libre".
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