lunes, 4 de marzo de 2024

También pregunta al ángel por el progreso del color en su plumaje, porque de verdad son plumas, ¿no es así?, no esos élitros negros de los escarabajos tipo Kafka que tanto asustan; pero tampoco el ángel puede resolver la duda, hasta nosotros sólo llegan los ecos fatigados de la respiración del creador y eso con sordina, de modo que no sabemos nada más que lo que todo el mundo sabe

 




G tiene ahora mucho sueño,

lleva demasiadas horas vigilando la nieve,

mira cómo cae y lo hace con dedicación escrupulosa,

se pregunta: no habrá un copo negro? en los libros 

se dice que el color depende de la luz, 

cuando los objetos no reflejan puede aparecer lo negro,

G sube la apuesta y cada día prolonga un poco más esa vigilia,

por eso está cansado, se le quedan los párpados a medias

y su atención resbala como una gota por la superficie del cristal, 

su fe se desorienta, no existen los colores, lo atestigua

Elizabeht Bishop como embajadora de la física,

-como poeta no está tan segura-,

y qué hará G, 

renunciará a seguir tras el cristal?

está ya muy mayor para esta disciplina y al igual que Elizabeht

no piensa defender esa teoría singular

por los paraninfos de esas fundaciones culturales

que dan mal de comer y te despiertan

en plena siesta para proponerte nuevas giras,

G tiene delante 

un informe clínico muy breve: un glaucoma

intenta remontar las cataratas del gran río 

como el viejo salmón que ha regresado a desovar

en el frezal de la diabetes de sus antepasados.



Zona B:

Para qué esas vallas coronadas de púas y cuchillas de tantas y tantas religiones si no nos hacen más humanos y felices; o acaso ser humano significa eliminar al semejante para instaurar un monohumanismo de pantufla? Los primates nunca han sufrido de este mal.

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